volumen

La creación espacial no depende primordialmente del material de construcción. Así, una creación espacial moderna no consiste en un conglomerado de pesadas masas constructivas, ni en la formación de cuerpos vacíos, ni en las posiciones relativas de volúmenes bien ordenados, ni en un ordenamiento, como otro cualquiera, de células únicas de idéntico o distinto contenido de volumen.

La melodía de combinaciones ligeras, dinámicas, lleva tal título debido a que la dinámica constructiva da, en muchos casos, la impresión de ligereza a esos monolitos, edificios y máquinas dotadas de dichas combinaciones. Tal ligereza se adquiere exclusivamente por medio de la dinámica. Es esencial determinar el hecho de que una construcción de sólidos, volúmenes, etc., produce una impresión de peso y pesantez en los elementos que participan en su creación. Vemos y constatamos que una construcción de tendencia dinámica produce una obvia impresión de ligereza. La melodía evocada por tales objetos de tipo constructivo depende de la presencia de dinámica en ellos… Como resultado de nuestra experiencia de las melodías que evocan en nosotros las construcciones ligeras, dinámicas, nos sentimos cómodos, tenemos una sensación de agrado, se manifiestan impulsos vigorizantes.

Actualmente observando que se prescinde voluntariamente del ornamento no sólo en la arquitectura, sino también en la decoración de interiores de las casas… Esta prescindencia señala el despertar de una sensibilidad que descubrirá un ornamento intrínseco (soberano) en un edificio, en un objeto, en una flor con el cuerpo humano, el cual se manifiesta en proporciones y en volúmenes

La Visión es el más perfecto y más delicioso de todos nuestros Sentidos. Llena la Mente con la mayor Variedad de Ideas, conversa con sus Objetos a la mayor Distancia, y continúa largo tiempo en Acción sin cansarse o saciarse con sus propios Disfraces. El Sentido del Tacto puede en efecto darnos una Noción de Extensión, Forma, y todas las demás Ideas que entran al Ojo, excepto los Colores; pero al mismo tiempo está muy disperso y confinado en sus Operaciones, al número, volumen y estado de sus Objetos particulares. Nuestra Vista parece diseñada para suplir todos estos Defectos, y puede ser considerada como un tipo de Tacto más delicado y difusivo, que se extiende sobre una infinita Multitud de Cuerpos, comprende las Figuras más grandes, y pone a nuestro alcance algunas de las Partes más remotas del Universo.

El arquitecto moderno, cuando trabaja en el nuevo estilo [Estilo Internacional], no concibe el edificio como una estructura de ladrillo o mampostería sujeta por gruesas columnas y que al tiempo sostiene unos muros que se apoyan pesadamente sobre el suelo, sino como un esqueleto cubierto por una concha delgada y ligera. Piensa en términos de volumen -de espacio rodeado por planos o superficies- más que de masa y solidez. Tal principio de volumen hace que sus paredes parezcan superficies lisas y delgadas, eliminando las molduras y empotrando puertas y ventanas a ras de la superficie .

Un pato, para él [Robert Venturi], es un edificio con la forma de su función (un edificio en forma de pájaro en el que se vendan señuelos para cazar patos), o un edificio moderno donde construcción, estructura y volumen sean su propia decoración. […] Para Venturi la Opera de Sydney es un pato, y desea que no prospere esta forma de expresión porque cree que el Movimiento Moderno ya lo ha utilizado demasiado. Yo no estoy de acuerdo con este juicio histórico, y mucho menos todavía con lo que puede implicar. Venturi, al igual que el típico arquitecto moderno al que quiere suplantar, está adoptando la táctica de la inversión exclusivista. Está recortando un gran área de la comunicación arquitectónica, la de los edificios-pato -técnicamente hablando, signos icónicos-, para conseguir que su modalidad preferida, la de las naves-decoradas –signos simbólicos-, destaque con mayor potencia. Una vez más un arquitecto moderno nos está exigiendo, en nombre de la racionalidad, que sigamos un camino único y sencillo. Pero es que necesitamos tener a nuestra disposición todas las modalidades de comunicación no solamente una o dos. El compromiso del arquitecto moderno con esa arquitectura de luchas callejeras nos lleva a esta excesiva simplificación, en vez de a una teoría equilibrada de la significación.

La línea puede aparecer solamente en la realidad tridimensional cuando dos delimitaciones planas de un volumen macizo se encuentran. El escuadre de la forma arquitectónica de la pared es por lo tanto el procedimiento indicado para anular el conflicto de la cuantidad. La línea recta se ofrece entonces como la delimitación de los planos. que son los mismos que delimitan el volumen. Y cuando se han hecho visibles de esta manera por medio de líneas las tres dimensiones -altura. longitud y anchura-o entonces la medida de esas líneas puede llevarnos indirectamente al conocimiento de la magnitud del volumen. Como el espacio de la naturaleza se hace habitable por el espacio arquitectónico y este último se hace visible e imaginable por la forma de la pared, así se revela por fin a nuestra inteligencia la cuantidad de esa forma por medio de la delimitación lineal de su superficie. Debemos hablar aquí de magnitud arquitectónica.

El gran dilema de la arquitectura parece consistir en que los más importantes arquitectos se muestran preocupados por convertirse en estilistas o bien en exhibicionistas de la estructura; pero, como lo indica la tradición funcional, hay una expresión arquitectónica que ofrece una alternativa distinta a la del estilo o la estructura. La misma consiste en la expresión de los volúmenes de los diversos locales, en relación directa con cada uno de los elementos que determinan la composición plástica del edificio.

¿Cómo debe realizarse la vivienda para el mínimo nivel de vida?… Aun hoy es extraordinariamente difícil para muchos arquitectos comprender que en la construcción de viviendas, el aspecto exterior de los volúmenes y la distribución de las fachadas no deben ser considerados como las principales tareas de los arquitectos, sino que la parte más importante del problema es la construcción completa de la célula individual de vivienda según los principios de una concepción moderna de la vida; y que a ellos les corresponde, además, la tarea urbanística de incorporar a la imagen de la ciudad la suma de estas células de viviendas, es decir, el barrio (Siedlung), para que de este modo se creen las mismas condiciones favorables para cada elemento individual de la vivienda. Si esta exigencia general se impone sólo con mucha lentitud, bastante peor es todavía la situación de los detalles técnicos de la vivienda. En la mera distribución de espacios en una casa normal, la concepción exacta de los numerosos problemas individuales es de gran significación para el valor del organismo total.

Al tratarla superficie exterior y la construcción interna de un edificio como un molde o negativo tridimensional, logró obtener un espacio solidificado. Si el espacio puede imaginarse como una masa sólida determinada en cuanto a forma y tamaño por la proporción de un cuarto o la función de un corredor, la solución arquitectónica podría encararse como el conjunto de alternativas en las que los elementos del programa pueden organizarse plásticamente. Esto no quiere decir que cada uno de los elementos deba ser expresado, pero es importante que en la composición definitiva se reconozca una jerarquía de los volúmenes más significativos. Dentro de límites prácticos, la forma de las habitaciones es variable y las diversas maneras de articular las dependencias, la circulación, etc., son casi infinitas; no obstante, un diseño comenzará a existir en nuestra imaginación cuando la relación de los espacios tenga un esquema organizativo coherente. En este momento de coagulación, sin embargo, el ejercicio cerebral pierde su valor abstracto, pues le es necesario materializarse como sustancia; una transición lograda desde el esquema organizativo a la estructura y los materiales depende del vocabulario estructural del autor. La forma de sustentación, una vez elegida, deberá colaborar con el esquema de organización del espacio.

[El huppah] era aún más, pues les suministraba -en un momento crítico- una mediación entre las sensaciones íntimas de sus cuerpos y el sentido del gran mundo inexplorado que les rodeaba. Por tanto, era la vez una imagen de los cuerpos de los ocupantes y un mapa , un modelo de la significación del mundo. Por esto debo postular una casa para Adán en el Paraíso. Pero no como refugio contra la intemperie, sino como un volumen que él pudiera interpretar en términos de su propio cuerpo y que además era una exposición del plan paradisiaco y en consecuencia le colocaba a él en su centr .

A pesar de ser la arquitectura y la escultura campos enteramente separados, el tratamiento del espacio puede confundirse a menudo fácilmente con el tratamiento del volumen. En otras palabras: para el ojo profano, la escultura puede parecer arquitectura, y una obra de arquitectura puede creerse ampliación de una escultura. Esto último sucedía generalmente con la arquitectura clásica, en la cual predominaba la modulación de masas y cuerpos (volúmenes). Pero la creación espacial de nuestros tiempos ha modificado el concepto de la arquitectura. Una breve explicación bastará para aclarar esta afirmación. Si las paredes laterales de un volumen (es decir, un cuerpo claramente circunscripto) son esparcidas en distintas direcciones, se originan diseños o relaciones espaciales. Este hecho es la mejor guía para juzgar correctamente la arquitectura moderna y pseudomoderna. Esta última sólo ofrece articulación de volumen, comparada con la rica articulación espacial -es decir, las relaciones de planos y losas- de la arquitectura moderna.

En el estado actual de la evolución de la sociedad, considero que es inconcebible construir casas, ciudades, según los planos, incluso a escala de una fracción pequeña de territorio, según las rutinas, que son la de los constructores y fortalezas medievales. En efecto, la arquitectura llamada contemporánea, que de tiempo en tiempo se considera como algo audaz, emplea materiales semejantes a los de nuestros lejanos antepasados: volúmenes, planos vacíos de rigor. Estos materiales están acabados. Convenían a una topología primaria, basada sobre las leyes de la jungla. Abrigado contra las intemperies o contra los otros humanos, conjunto de refugios al abrigo de otros conjuntos. Esta es una topología del miedo, una topología de circuito cerrado, a más o menos vencimiento, que domina todavía el campo de la arquitectura. La nueva topología que propongo es una topología abierta, una topología de la confianza, si no del amor en el sentido más noble del término. Es preciso acabar con los refugios, con los conjuntos de refugios. Deben ser reemplazados por células abiertas, por estructuras rítmicas en el tiempo y en el espacio.

En el siglo diecinueve nunca hubo un único estilo, sino varios «estilos» y la idea de «estilos» implicaba una elección… La idea del estilo como marco de un desarrollo potencial en vez de como un molde fijo y opresor ha surgido del reconocimiento de unos principios subyacentes semejantes a los que los arqueólogos descubren en los grandes estilos del pasado. Estos principios son pocos y generales. No son simples reglas de proporción como las que distinguían el orden dórico del jónico; son esenciales, como la verticalidad orgánica del Gótico o la simetría rítmica del Barroco. Existe, en primer lugar, una concepción de la arquitectura como volumen más que como masa. En segundo lugar, la regularidad sustituye a la simetría como medio fundamental para ordenar el diseño. Estos dos principios, unidos a un tercero que proscribe la decoración aplicada arbitrariamente, caracterizan las obras del estilo internacional. Este nuevo estilo no es internacional en el sentido de que la producción de un país es idéntica a la de otro. Tampoco es tan rígido que impida distinguir con claridad la obra de varios lideres. El estilo internacional sólo ha llegado a ser evidente y definible a medida que por todo el mundo diversos innovadores han ido realizando con éxito varias experiencias paralelas.

El objetivo era que toda la energía, que se ha cristalizado en la nueva pintura, repercutiera en la arquitectura. Pero no las nuevas formas introducidas (por ejemplo, cuadrados), sino las fuerzas vaciadas para la construcción de un cuerpo nuevo. Uno debe dejarse seducir lo menos posible por el elemento primario de la pintura: el color. Se trata de la ordenación del espacio por medio de la línea, de los planos, volúmenes. Ningún cuerpo singular cerrado al exterior, sino relaciones y parentescos. Lo abierto, cuerpos que se originan por el movimiento, por el tráfico y en el tráfico. Construcciones nuevas. Exigencia de materiales nuevos, pero ningún fetichismo de los materiales. Bajo el control de un concepto: utilidad.

Entonces ha llegado ese momento en que era preciso grabar los rasgos de la cara. Ha hecho jugar la luz y la sombra en apoyo de lo que quería decir. La proporción ha intervenido. Y la proporción está libre de toda restricción, es una invención total que hace que un rostro sea radiante o lo estropea. En la proporción se reconoce al plástico; el ingeniero se borra, el escultor trabaja. La proporción es la piedra de toque del arquitecto; entonces se ve forzado a decidir si es plástico o no. La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz; la proporción es aún y exclusivamente el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz. La proporción desecha al hombre práctico, al hombre audaz, al hombre ingenioso; apela al plástico. Grecia y, en Grecia, el Partenón, han marcado la cúspide de esta pura creación del espíritu: la proporción.

De este modo vemos que, en toda la casa, existe una contradicción de las dimensiones espaciales que Kepes tomaba como características de la transparencia. Hay una continua dialéctica entre hecho e implicación. La realidad del espacio profundo se opone constantemente a la inferencia del espacio superficial y, gracias a la tensión resultante, se nos obliga a efectuar siempre nuevas lecturas. Los cinco estratos de espacio que dividen verticalmente el volumen del edificio y los cuatro que lo seccionan horizontalmente requieren, una u otra vez, nuestra atención y esta reticulación espacial es la que llevará a las continuas fluctuaciones de la interpretación.

Si queremos medir un gran volumen con forma de bloque con una unidad en forma de bloque, tenemos que medir tres veces consecutivas. Primero podemos medir con la unidad un volumen con forma de barra, después con ese volumen de barra una forma de placa y por último con ese volumen de placa el gran volumen con forma de bloque. Conocemos pues la magnitud del volumen a través de su triple relación con la unidad, es decir por su altura, longitud y anchura. Las tres son relaciones lineales con una de las dimensiones de la unidad de volumen. La magnitud del volumen como tal escapa a nuestro conocimiento.