casas

Nos preocupa más el «flujo» que la «medida». La idea general que alimenta este requisito es el concepto de clúster. El clúster es un tejido estrecho, complejo, un agrupamiento a menudo móvil, pero un agrupamiento que posee una estructura peculiar. Esta es quizás la descripción más ajustada que pueda darse de este nuevo ideal para la arquitectura y el planeamiento urbano. De acuerdo con esta descripción, el problema de construir las tres casas en una calle existente se resuelve encontrando el modo en que (aún respondiendo a la idea de la calle) se rompa con la vieja fachada y se construya en profundidad, proporcionando una sugerencia, un signo, de la nueva estructura comunitaria.

Construir significa la configuración de los procesos vitales. La mayoría de los individuos tienen unas necesidades vitales parecidas. Por consiguiente, satisfacer, de un modo uniforme y similar estas necesidades humanas parecidas, es lógico en el sentido de un fenómeno económico. En consecuencia, no se justifica que cada casa manifieste un plan, una forma exterior, unos materiales constructivos y un «estilo» distintos. Esto significaría un derroche y una acentuación falsa de lo individual. A cada individuo le queda la libertad de elegir dentro de los. diferentes tipos. El objetivo final de este desarrollo se alcanzará cuando puedan satisfacerse todos los deseos justificados del individuo para su vivienda, sin que se pierda la ventaja económica de la fabricación en serie: las casas y su mobiliario, en su apariencia total, deberá ser diferente en correspondencia con el número y tipo de sus moradores; en cambio, las partes singulares, de las que está compuesta, deberán ser las mismas. El tipo en sí mismo no es un obstáculo para el desarrollo cultural, sino precisamente uno de sus presupuestos…

Por primitiva que haya sido la mimesis en la danza o el canto, en la pintura o en la escultura (y, de hecho, algunas artes consiguen ya en estadios primitivos una mimesis de muy alto nivel), determinaciones decisivas de su objetividad han tenido que ser de carácter estético desde el primer momento. No ocurre así en las primeras satisfacciones de necesidades en el campo de la construcción. Por no hablar ya de las cavernas simplemente descubiertas, no construidas sino, a lo sumo, adaptadas, también las primeras casas construidas se orientan exclusivamente a lograr la utilidad entonces alcanzable, e incluso cuando una construcción así —ya mucho más tarde— recibe una cierta decoración, el efecto es puramente de ornamento, no de elemento de una totalidad arquitectónica. Es claro que en esto se manifiesta una necesidad que más tarde se moverá en esa dirección: se trata de la expresión de una emoción desencadenada por vivencias relacionadas con el edificio y que, como emoción, quiere expresarse e imponerse… Pero esa emoción está al principio promovida sólo por la significación general del edificio para el hombre, y no tiene ningún efecto retroactivo sobre el objeto mismo, sobre su forma.

Para generar una diversidad exuberante en las calles y distritos de una ciudad son indispensables cuatro condiciones. (I) Primero, el distrito, y sin duda cuantas partes del mismo como sean posibles, ha de cumplir más de una función primaria; preferiblemente, más de dos. Éstas han de garantizar la presencia de personas que salen de sus hogares en horarios diferentes y que está allí con fines distintos, pero capaces de usar muchos equipamientos en comun. (II) Segundo, la mayoría de las manzanas han de ser pequeñas, es decir, las calles y las ocasiones de doblar la esquina han de ser abundantes. (III) Tercero, el distrito ha de mezclar edificios de distintas épocas y condiciones, incluyendo una buena proporción de casas antiguas, de forma que presenten una gran variedad en su rendimiento económico. Esta mezcla ha de ser necesariamente bastante compacta. (IV) Cuarto, ha de haber también una concentración humana suficientemente densa, sean cuales fueren los motivos que los lleve allí. Esto requiere una densa concentración de personas presentes en dichos lugares por ser su residencia habitual.

Independientemente de la cuestión, casas colectivas o casas individuales, es preciso definir el problema de la forma de las construcciones, es decir, decidir si las viviendas deben ordenarse horizontal o verticalmente. La disposición horizontal comporta la creación de casas en hilera unifamiliares; la vertical, la de edificios de más pisos. La forma residencial ideal, en cuanto es la más natural, es la casa baja unifamiliar. Esta garantiza a la familia la paz doméstica y una vida íntima, lo que en una época fuertemente colectivista tiene una importancia particular. Sólo este tipo de edificio permite enlazar directamente todas las habitaciones con el jardín, aunque sea pequeño. Y esto significa que el espacio habitable de la casa viene ampliado y completado por el espacio habitable del jardín. La vivienda en la casa ele pisos no podrá sustituir nunca para la familia y, sobre todo, para los niños, las condiciones sanas de vida ofrecidas por la casa unifamiliar… Un desarrollo futuro de la urbanística, que no comporta solamente una descentralización de los sectores, conducirá a un desarrollo de esta forma residencial que hoy nos parece aún utópica.

La idea de la industrialización de la construcción de casas encuentra su plena realización en el hecho de que las partes constructivas singulares se repijan en todos los diseños de la Sociedad y de este modo posibiliten una producción en serie, que responda a la economía y a la rentabilidad. Sólo mediante el principio de la producción en masa pueden crearse mercancías totalmente buenas …

¿Cómo, pues, resolver la cuestión de la vivienda? En la sociedad actual, exactamente lo mismo que otra cuestión social cualquiera: por la nivelación económica gradual de la oferta y la demanda, solución que reproduce constantemente la cuestión y que, por tanto, no es tal solución. La forma en que una revolución social resolvería esta cuestión no depende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, sino que, además, se relaciona con cuestiones de gran alcance, entre las cuales figura, como una de las más esenciales, la supresión del contraste entre la ciudad y el campo. Como nosotros no nos ocupamos en construir ningún sistema utópico para la organización de la sociedad del futuro, sería más que ocioso detenerse en esto. Lo cierto, sin embargo, es que ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar en seguida, si se les diese un empleo racional, toda verdadera ‘escasez de vivienda‘: Esto sólo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o a los que viven hacinados en la suya. Y tan pronto como el proletariado conquiste el Poder político, esta medida, impuesta por los intereses del bien público, será de tan fácil ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las requisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual.

Si la sociedad se basa en necesidades mutuas que imponen un sostén recíproco, ¿por qué no habrían de reunirse en las casas particulares estas analogías de sentimientos y gustos que honran al hombre ?… El carácter de los monumentos, como también su naturaleza, sirven para la propagación y la depuración de las costumbres .

orden y belleza significan no sólo que nuestras casas deben estar construidas de modo duradero y con propiedad, sino que deben también estar bien decoradas; que los campos que se dediquen al cultivo no se estropeen más de lo que se pueda estropear un jardín; por ejemplo, no se permitirá que nadie pueda talar, por mero beneficio personal, árboles cuya pérdida perjudique a un paisaje, ni bajo ningún pretexto podrá nadie oscurecer la luz del día con humos, emponzoñar los ríos o degradar ningún lugar de la tierra con desperdicios inmundos o con ese orden/»>desorden brutal y despilfarrador.

La calle moderna es un organismo nuevo, especie de fábrica longitudinal, depósito aireado de múltiples órganos complejos y delicados (las canalizaciones). Va contra todo sentido económico, contra toda seguridad y buen sentido enterrar [as canalizaciones de la ciudad. Las canalizaciones deben ser accesibles de todas partes. Las secciones de esta fábrica longitudinal tienen varios destinos. El objeto de esta fábrica tanto es la construcción de [as casas con que se tiene la costumbre de flanquearla como los puentes que la prolongan a través de los cañadones o por encima de los ríos.

Aprehender las necesidades es la primera razón para ir a la ciudad actual. Una vez allí, la primera lección para un arquitecto es la pluralidad de las necesidades. Ningún constructor en su sano juicio anunciaría: Estoy construyendo para el Hombre. Está construyendo para un mercado, para un grupo de personas definido por el nivel de rentas, la edad, la composición familiar y el estilo de vida. Las Levittowns, los parques de atracciones, las casas urbanas de estilo georgiano crecen a raíz de la estimación que se hace de las necesidades de los grupos que formarán sus mercados. La ciudad puede verse como el producto físico de un conjunto de subculturas. De momento, son escasas las subculturas que recurren voluntariamente a los arquitectos.

En el estado actual de la evolución de la sociedad, considero que es inconcebible construir casas, ciudades, según los planos, incluso a escala de una fracción pequeña de territorio, según las rutinas, que son la de los constructores y fortalezas medievales. En efecto, la arquitectura llamada contemporánea, que de tiempo en tiempo se considera como algo audaz, emplea materiales semejantes a los de nuestros lejanos antepasados: volúmenes, planos vacíos de rigor. Estos materiales están acabados. Convenían a una topología primaria, basada sobre las leyes de la jungla. Abrigado contra las intemperies o contra los otros humanos, conjunto de refugios al abrigo de otros conjuntos. Esta es una topología del miedo, una topología de circuito cerrado, a más o menos vencimiento, que domina todavía el campo de la arquitectura. La nueva topología que propongo es una topología abierta, una topología de la confianza, si no del amor en el sentido más noble del término. Es preciso acabar con los refugios, con los conjuntos de refugios. Deben ser reemplazados por células abiertas, por estructuras rítmicas en el tiempo y en el espacio.

La moda, en varías épocas (especialmente en Italia), se ha complacido en atormentar todas las partes del edificio, cuya noble simplicidad se debería haber conservado siempre. (. .. ) La decoración (en las obras de Guarini y Borromini) ha pasado de la ornamentación interior de las casas y de las partes de madera tallada, para las que es necesaria una mano delicada, a los exteriores y a las obras de fábrica, que requieren estar hechas de un modo más vigoroso y viril.

Algunos intentaron hacer resurgir el auténtico estilo antiguo, el estilo clásico; pero como los edificios públicos eran los únicos que se habían salvado del naufragio de los siglos, eran también los únicos que podían darles una idea; y así se construyeron casas sobre el modelo de los antiguos templos, y los innovadores acabaron por gastarse mucho dinero para alojarse, de una manera bastante incómoda. Otros volvieron al estilo apuntado y compuesto, como a una creación más racional, más indígena; pero se conservan en Inglaterra muy pocas casas privadas que puedan servir de modelos de este género: es preciso recurrir a los edificios religiosos; y la única diferencia entre estos últimos imitadores y los otros es que aquellos se alojaban en un templo y éstos en una iglesia.