puro

Debido a nuestro amor por la arquitectura, cuesta admitir que las construcciones primitivas más célebres e importantes sean el testimonio más evidente del orgullo y tiranía que algunos hombres poderosos ejercieron sobre la ignorancia y el envilecimiento de los pueblos desde la infancia de las sociedades. Con el fin de asignar a este arte un origen más puro y una evolución más progresiva, se intenta inútilmente remontarse hasta la cabaña para encontrar en ella los elementos y el modelo de cualquier construcción. Desgraciadamente, esas agradables ficciones que hacen Nacer las artes de nuestras más inocentes necesidades, de nuestros afectos más tiernos, no pueden en absoluto defenderse de una sana crítica que con demasiada frecuencia obliga a aceptar la triste realidad… A mi pesar debo, pues, insistir en que todo lo que ha elevado el arte de la construcción al más alto grado, haciéndolo merecedor del título de arquitectura como la primera de las artes, el arte por excelencia, lo debemos al poder usurpado por un solo individuo y a la influencia de algunos hombres astutos que pudieron o supieron servirse, abiertamente o en secreto, de sus semejantes como instrumentos dóciles.

Entre los pueblos greco-itálicos, el motivo místico-poético y artístico para el templo, no su modelo material o esquema, fue la cabaña formada con ramas y cubierta con hojas. Es decir, la cabaña sostenida por troncos, cubierta con cañas y paja y cerrada con esteras… El autor desearía no ser mal interpretado por poner ante el lector el equivalente de la cabaña primitiva de Vitrubio en todos sus elementos, aunque aquí no estamos ante un producto de la fantasía sino de un ejemplo altamente realista de una estructura madera proveniente de la etnología. Se trata de la imagen tomada del modelo de una cabaña caribeña de bambú que pudo verse en la Gran Exposición Universal de Londres, en 1851. En ella aparecen todos los elementos de la arquitectura antigua, con su carácter más puro y originario: el hogar como punto focal; la terraza, una elevación de la tierra contenida por estacas; el techo sostenido por columnas, y un recinto de esteras como clausura espacial o pared.

Hemos llegado a descubrir que muchas de las cosas que responden a la satisfacción de un fin puramente práctico ya están dotadas de una forma, pues presentan una perfecta adecuación a nuestras exigencias expresivas. Que en buena parte las cosas configuradas de acuerdo con la satisfacción de nuestras necesidades prácticas se corresponden tanto más con exigencias expresivas cuanto más satisfacen los puros requerimientos prácticos. Y que la expresión de esos objetos se corresponde con la aparición de una nueva espiritualidad [eine neue Geistigkeit]. Nuestra voluntad de expresión la hemos reconocido en las máquinas, los barcos, los automóviles, los aviones y otros mil aparatos e instrumentos. De manera que, con este descubrimiento, comienza un nuevo capítulo en la historia del proceso de definición formal [Gestaltwerdung] de los objetos.

Es necesario estudiar nuevamente a los antiguos, porque sus construcciones nos dan esa sensación de armonía, la esencia de su estilo… Me pregunto si todo artista no debería poner las siguientes máximas en su estudio, tantas veces repetidas por Semper: 1) que la naturaleza y sólo ella nos indica el camino a seguir; 2) que la naturaleza sola es lógica, porque no hace jamás una cosa sin razón y, por tanto, incita a los artistas a ser simples. Y hablando de la necesidad de utilizar la estructura como motivo de ornamento Semper demuestra ser un racionalista puro aunque no le gustase el arte medieval.

Fedro: Construirle ¿sería pues crear por principios separados?
Sócrates: Sí; lo propio del hombre es crear en dos tiempos, uno de los cuales fluye en el dominio del puro posible, en el seno de la substancia sutil que puede imitar las cosas todas, y entre sí hasta el infinito combinarlas. El otro tiempo es el de la naturaleza. Contiene, en cierto modo, al primero, y, de otro modo, contenido está en él. Nuestros actos participan de los dos. El proyecto, bien separado está del acto; y éste del resultado.

El impulso de la imitación ha imperado en todos los tiempos. Su historia es la historia de la habilidad manual y carece de importancia estética. Precisamente los tiempos más remotos, este curso se encontraba totalmente divorciado del impulso artístico propiamente dicho; encontraba su satisfacción sobre todo en las artes menores, en la producción de aquellos idolillos y juguete simbólicos que conocemos de todas las tempranas épocas artísticas y que en muchos casos están en franca contradicción con las creaciones en que se manifiesta que el puro impulso artístico de los pueblos en cuestión.

El cubismo fue, al superar el impresionismo -en el que interviene ya la noción de relación (relación tonal)-, la primera expresión del arte puro, pues rechazó todos los medios auxiliares como: la anécdota, la representación, el símbolo, etc. dirigiéndose. exclusivamente a la expresión de la verdad totalmente a la manera del arte, es decir: por medio de la relación equilibrada de posición y proporción de planos y colores.

Cada forma constructiva, realmente tectónica, contiene un núcleo absoluto, al cual el embellecimiento decorativo, que puede ser diverso dentro de ciertos límites, presta un encanto variable. No obstante, y muy en primer término, hemos de encontrar siempre el elemento absoluto, aún en el caso de que tenga todavía una forma imperfecta o tosca. El artista que aborda el diseño de los elementos estructurales solamente desde el punto de vista de las consideraciones externas, decorativas, desvía la atención del descubrimiento del puro núcleo formal. La arquitectura doméstica ha sido la primera en comenzar a liberarse de la concepción externa, al ser para ella una exigencia operar desde dentro hacia fuera, lo que la ayuda a lograr una gran autenticidad y a ser tomada en consideración.

Pero la columna no es el único elemento plástico-tectónico. Plástico-tectónico es también aquello que la teoría del Renacimiento denomina «órdenes» y todo lo que forme parte de ellos, incluidas las balaustradas y las consolas. La arquitectura antigua no es, en ningún modo, la única que contiene elementos plásticos; éstos están presentes, asimismo, en la arquitectura anterior y posterior a la Antigüedad, y los encontramos también en la arquitectura romántica, la gótica, y en cierto modo también en la arquitectura no europea. En una primera fase, todos esos componentes plásticos de la arquitectura se convierten tectónicamente en bloques, y desaparecen luego en una segunda etapa. Plásticos son sobre todo los «perfiles». Por esa razón la arquitectura pura es una arquitectura «sin perfiles». Ni siquiera puede permitir una cornisa o un perfil como remate de un bloque constructivo: ahora el remate es el puro ángulo.

La segunda razón para tener en cuenta la cultura pop es la de encontrar un vocabularios formales para nuestro tiempo; deberán ser más adecuados a las distintas necesidades de la gente y más tolerantes con el desorden de la vida urbana que las normas formales «racionalistas» y cartesianas de la última arquitectura moderna. ¿Cuántas viviendas económicas y cuánta arquitectura decimonónica ha sido derrumbada para que algún ordenado purista arquitecto o urbanista pudiera empezar con el papel en blanco?

Mi concepto de «arquitectura» está en unión y en la colaboración entre las artes, de modo que cualquier cosa esté subordinada a las otras en armonía con ellas, y cuando utilice tal palabra, éste será su significado y no otro más restringido. Es una concepción amplia, porque abarca todo el ambiente de la vida humana; no podemos substraernos a la arquitectura, ya que formamos parte de la civilización, pues representa el conjunto de las modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas, exceptuando sólo el puro desierto. No podemos confiar nuestros intereses de una élite de hombres preparados, pidiéndoles que exploren, descubran y creen el ambiente destinado a albergarnos, maravillándonos después ante la obra completa, aceptándola como una cosa bella y acabada: esto, en cambio, nos incumbe a nosotros mismos; cada uno de nosotros está obligado a custodiar la adecuada ordenación del paisaje terrestre, cada cual con su espíritu y con sus manos, en la porción que le corresponde, para no transmitir a nuestros hijos un tesoro menor que el que nos dejaron nuestros padres.

El espacio rectangular, la línea recta, nos son figuras funcionales, sino mecánicas. Si procedemos consecuentemente a partir de la función biológica, la pieza rectangular resulta absurda, porque sus cuatro ángulos son espacio muerto, inutilizable. Si circunscribo el espacio de una habitación realmente aprovechado, el que llega a ser pisado, obtengo necesariamente una curva. El desarrollo de la vida orgánica no sabe de ortogonalidades ni de líneas rectas. Y puesto que el funcionalista siempre invocará al desarrollo de la vida orgánica en tanto que ejemplo mayor de funcionalismo puro, resulta muy comprensible su afecto por la curva. La adaptación última a movilidad y la fluidez de la función está negada para siempre a la línea recta que permite tan sólo una adecuación general y aproximada, no absoluta. El funcionalista consecuente no deberá pues considerar a la línea recta, sino a la curva, como punto de partida, como lo hace Hans Scharoun al escribir «¿Por qué deberá ser todo recto, si la línea recta sólo se justifica desde valores materiales y desde el entorno?»