proyectar
La opción monumentalista se hace así portadora de una nueva visión de la ciudad. Critica la expansión indiferencia da y la miseria de la cantidad guiada ilusoriamente por los instrumentos del zoning, para una ciudad en la que, en cambio, se pueden reconocer y proyectar las partes orgánicamente integradas a su estructura. Partes de ciudad entre las que la relación entre morfología urbana y tipología de la edificación evidencie y caracterice los puntos fijos colectivos en torno a los cuales se construye y se transforma la ciudad privada… La nueva monumentalidad significa, pues, exigencia de unidad y simplicidad, constituye una respuesta que se quiere oponer al desorden de la ciudad moderna con la claridad de pocas reglas decisivas. Que, en definitiva, quiere recuperar un carácter para la ciudad partiendo de la simplicidad en las necesidades del espíritu colectivo y del sentimiento de unidad en los medios para satisfacerlas.
Los materiales elegidos para la ejecución de una obra y las técnicas adoptadas para su manipulación son los dos aspectos que más influyen en una composición. Más adelante se explicará con mayor detalle, pero ahora baste con decir que siempre es la composición quien ha de ajustarse al material y a la técnica, y nunca al revés. Por consiguiente, la composición ya ha de permitir reconocer con claridad los materiales que se van a emplear y la técnica que se va a adoptar. Esto es válido tanto si se trata de construir un monumento como de proyectar objetos decorativos más pequeños.
Sin embargo, la composición también se ha de ceñir a otros muchos aspectos. Los más importantes entre estos son: la clara caracterización de la finalidad del edificio (Bauzweck), los medios económicos disponibles, la situación geográfica, la orientación, la duración de utilización prevista, la exigencia estética de incorporarse al entorno y la configuración de una imagen exterior que responda realmente a la estructura interior, etcétera.
¡Como siempre, y por tanto también en los factores que acabo de citar, la búsqueda de la verdad ha de ser el norte que guíe al arquitecto! ¡En este caso, el carácter y el simbolismo de la obra surgirán por sí mismos: la iglesia emanará santidad, el edificio estatal de administración, serenidad y dignidad, el establecimiento de ocio, alegría, etcétera…!
Se deberá tener cuidado en proyectar las diversas partes del Jardín de modo que las colinas circundantes, los riachuelos, las masas de árboles, los pequeños edificios (o Pabellones) dispersos por varios senderos… den al lugar una apariencia de «grato desorden», de «controlada confusión» de forma que, al pasar de una a otra escena, por senderos ondulados o envolventes, nos encontremos, como por casualidad, una vista particularmente bella u otro objeto agradable.
hablar del diseño como de algo situado entre material e «inmaterialidad», pese a todo, no deja de tener un cierto sentido. Y es que, efectivamente, existen dos maneras distintas de ver y de pensar: la material y la formal. La barroca era material: el Sol está realmente en el centro y las piedras caen realmente según una fórmula. (Era material, stofflich, y, precisamente por eso, no materialista.) La nuestra es más bien formal: el heliocentrismo y la ecuación de la caída libre son formas prácticas (éste es un razonamiento formal y, justo por esa razón, no inmaterialista). Estas dos maneras de ver y de pensar conducen a dos maneras distintas de diseñar y proyectar. La material lleva a representaciones (como por ejemplo, representaciones anima. les en las paredes de las cuevas). La formal, a modelos (como por ejemplo, diseños de canalizaciones grabados en tablillas mesopotámicas). La primera de las maneras de ver pone el acento sobre lo que aparece en la forma, la segunda, sobre la forma de lo que aparece, del fenómeno. Así, es posible interpretar, por ejemplo, la historia de la pintura como un proceso, en el transcurso del cual se va imponiendo el modo formal de ver sobre el material (aunque con algunas derrotas parciales, claro está). Intentemos mostrarlo