creativa

La arquitectura como creadora del espacio está basada en la ordenación sistemática del material de visión espacial y constituye una elaboración creativa de la imagen visual tridimensional para el propio uso y disfrute del hombre. Así como en la música, que opera en el tiempo, predomina el movimiento en sus diversos grados y efectos dinámicos, en la arquitectura, que opera en el espacio, las cualidades dominantes son la constante expansión y el poder sereno de sus proporciones. Pero, ¿en qué sino en poesía del espacio se basa el estimulo de las visiones perspectivas o del desarrollo espacial de un edifico real, produciendo un efecto sereno y liberador en nuestra alma, expandiéndola y elevándola? ¿Acaso el espacio no ejerce parte de su magia con la mera visión de sus planos de arquitectura?

Al estilo pertenece, además de los utensilios y de las manos que los manejan, el material amorfo que se moldea y trasmuta en forma creativa. En primer lugar, cada obra de arte debe reflejar en su apariencia, por así decirlo, la sustancia física del material. Por ejemplo, el templo griego de mármol difiere del estilo del casi idéntico templo construido con piedra porosa. De este modo, se puede hablar de un estilo en madera, en ladrillo, en sillería de piedra, etcétera. Pero por material se entiende también algo más elevado: la tarea, el tema de la realización artística. A continuación queremos referirnos a este momento, es decir, al contenido de la configuración artística, porque es el más importante y decisivo, y a él debemos ceñirnos en esta sesión. Porque dentro de una concepción general, ¿cuál es la materia y el objeto de todo esfuerzo en el cambo del arte? Yo creo que debe señalarse como tal al ser humano, en todas sus relaciones y circunstancias con respecto al mundo exterior.

El arte, tal como ya indica la propia palabra, es un talento, es una aptitud que, elevada por unos pocos elegidos hasta la perfección, otorga a la belleza una expresión perceptible. Si esta expresión es percibida por el ojo humano. Dicha aptitud se denomina “Arte Plástico”. De entre las diferentes artes plásticas, la pintura y la escultura buscan siempre sus modelos en la naturaleza, mientras que la arquitectura se basa directamente en la fuerza creativa del hombre y sabe ofrecer sus obras como creaciones completamente nuevas. El suelo más fructífero para la semilla de esta nueva creación se encuentra en la propia vida de los hombres, de quienes nace la tarea que ha de resolver el arte, por mediación de los artistas. Esta tarea, de saber reconocer con acierto las necesidades de la humanidad, es la primera condición fundamental para el éxito de las obras de un arquitecto.

Diseñar es hacer forma en orden. La forma emerge de un sistema de construcción. El crecimiento es una construcción. En orden es una fuerza creativa. En diseño es el medio – donde, con qué, cuando, con cuánto.

En vez del carácter de la individualidad, el arte aplicado debe tener el carácter del estilo, de la amplia generalidad —con lo que naturalmente no nos referimos a una generalidad absoluta, de ser asequible a cualquier persona vulgar o a cualquier gusto— y con ello representa dentro de la esfera estética un principio de vida diferente al del arte verdadero, pero no por ello inferior. Esa diferencia no debe hacernos pensar que el trabajo individual de su creador no pueda mostrar el mismo refinamiento y grandeza, la misma profundidad y fuerza creativa que el pintor o el escultor.

Con el fin de liberar la interpretación arquitectónica creativa de las garras y la fidelidad de las preocupaciones insignificantes y circunstanciales de la retórica (forma por forma) y, especialmente, de la narración representativa del pasado (historicismo-eclecticismo), estamos persiguiendo una poética proyectiva de la arquitectura. Vemos en esta fenomenología del espacio la sustancia polimórfica, ondulante y onírica de la Arquitectura: la interrogación que es el núcleo frágil y preciso de la comprensión y la invención.

Existe un camino de la forma [Gestaltungsweg] en el que todas las cosas, tanto las que se conforman a la manera de las figuras geométricas como las semejantes a formaciones cristalinas, llegan a adquirir su definición formal a partir de la idea encerrada en un concepto individual. Por el contrario, cuando las cosas adquieren su forma a partir de ideas externas, ajenas a su propio llegar a ser interior, el camino hacia la forma discurre por otros senderos. De lo que deducimos que la riqueza de nuestras construcciones, de nuestro quehacer creador, descansa decididamente de una vez por todas en la riqueza de nuestros conceptos. En tanto que el hombre primitivo, sin tener consciencia de poseer un concepto acerca de la forma, estaba en sintonía con la naturaleza y, por lo tanto, se comportaba de una manera natural, llegando incluso a mostrarse siempre creativo, el hombre de las culturas geométricas, dotado de una voluntad conceptual tan acentuada cuanto limitadas son sus ideas, se ha mostrado fecundo sólo hasta que el flujo de su energía vital se volcó y se envasó en el molde de las formas que siguen las reglas y leyes de la geometría, con lo que certificó su propia acta de defunción creativa. Dicho de otra manera, sólo fue creativo mientras esas figuran fueron capaces de transmitir su propia vitalidad al proceso de desarrollo formal.