creado

Se pueden ordenar las formas y las proporciones en tres clases: aquellas que nacen de la naturaleza de los materiales y del uso de los objetos en la construcción de los cuales son empleadas; aquéllas por las que el hábito nos ha creado de algún modo una necesidad, como las formas y las proporciones que se ven en los edificios antiguos; por último aquellas que, más simples y mejor definidas que las demás, deben ser preferidas por nosotros debido a la facilidad que tenernos para captarlas.

Ha puesto el orden a medir. Para medir, ha tomado su paso, su pie, su codo o su dedo. Imponiendo el orden de su pie o de su brazo, ha creado módulo que regla toda la obra, y esta obra está dentro de su escala, de su conveniencia, de sus deseos, de su comodidad, de su medida. Es la escala humana. Armoniza con él, y esto es lo principal. Pero al decidir la forma del recinto, la forma de la choza, la situación del altar y de sus accesorios, ha seguido instintivamente los ángulos rectos , los eje, el cuadrado, el círculo. Porque de otro modo no podía crear algo que diese la impresión de que creaba. Porque los ejes, los círculos, los ángulos rectos, son las verdades de la geometría, son los efectos que nuestros ojos miden y reconocen, de modo que otra cosa sería azar, anomalía, arbitrariedad. La geometría de este lenguaje del hombre.

Un trazado regulador es un seguro contra la arbitrariedad, es la operación de verificación que aprueba todo trabajo creado en el entusiasmo, la prueba del nueve del escolar, el «lo que queríamos demostrar» del matemático. El trazado regulador es una satisfacción de orden espiritual que conduce a la búsqueda de relaciones ingeniosas y de relaciones armoniosas. Confiere euritmia a la obra. El trazada regulador aporta esta matemática sensible/»>sensible que proporciona la percepción bienhechora del orden. La elección de un trazado regulador fija la geometría fundamental de la obra, y por lo tanto, determina una de las impresiones fundamentales. La elección de un trazado regulador es uno de los momentos decisivos de la inspiración, es una de las operaciones capitales de la arquitectura.

El arquitecto, ¿cómo se define? Para mí se define como un productor del espacio. Es un gran tema de discusión, porque hasta ahora, en Francia, se definía al arquitecto como un dibujante, lo que abocaba a dar a los arquitectos una gran formación, no muy buena pero muy artística… Hemos llegado actualmente a otra concepción del arquitecto que se ha esbozado en Italia. El arquitecto no es un hombre de dibujos, es un hombre de palabras. Su papel es el de intermediario entre los usuarios, los promotores, las autoridades políticas y los financieros. Han formado a gente que ya no sabe dibujar. Se han creado ramas porque los desgraciados no se podían ganar la vida; estaban obligados a entrar en estudios de arquitectos, donde les obligaban a dibujar, y no sabían. No obstante, ahí dentro hay una idea interesante: es que los usuarios no saben hablar, por no tener el vocabulario y, si nadie se encarga de decir lo que los usuarios sienten, ¿quién va a hablar en nombre de los usuarios? Los arquitectos no son así todavía, pero no deja por ello de ser interesante esta hipótesis del espacio.

Anulando el sueño romántico de una incidencia tout court de la acción subjetiva sobre el curso del destino social, revela al pensamiento burgués que el propio concepto de destino es una creación ligada a las nuevas relaciones de producción. Como sublimación de hechos reales la viril aceptación del destino (fundamento de la ética burguesa) puede superar la miseria y el empobrecimiento que este mismo «destino» ha creado a todos los niveles de la vida asociada y, principalmente, en su forma-tipo, la ciudad.

Si emprendemos el camino correcto, el ideal de belleza innato a la humanidad descubrirá su expresión por sí mismo, el lenguaje de la arquitectura se hará comprensible y se habrá creado el estilo que nos representa. ¡Y aún hay más! Estamos casi al final de este movimiento. Este cada vez más frecuente apartarse del amplio camino de la imitación y de lo convencional, este ideal de buscar la verdad del arte [y esta ansia de libertad] avanza como fuerza gigantesca, derribando todo aquello que obstaculiza su carrera triunfal.