inspiración

Arquitectura = la imposición al mundo de construcciones que éste nunca ha pedido y que previamente sólo existían como nubes de conjeturas en las mentes de sus creadores. La arquitectura es inevitablemente una forma de actividad PC [paranoico-crítica]. La transformación de lo especulativo en un irrefutable «ya está» es traumática para la arquitectura moderna. Al igual que un actor solitario que interpreta una obra absolutamente distinta a la del resto de los actores sobre el escenario, la arquitectura moderna quiere actuar sin pertenecer a la actuación programada: incluso en sus campañas de construcción más agresivas, insiste en su alejamiento de este mundo. Para esta subversiva «obra dentro de otra obra», ha elaborado una justificación retórica inspirada en el episodio paranoico-crítico de Noé en la Biblia. La arquitectura moderna se presenta invariablemente corno una oportunidad de última hora para la redención, una invitación urgente a compartir la tesis paranoica de que una calamidad exterminará a esa parte insensata de la humanidad que se aferra a las viejas formas del alojamiento y la coexistencia urbana: «Mientras todos los demás fingen de un modo estúpido que nada va mal, nosotros construimos nuestras arcas para que la humanidad pueda sobrevivir al diluvio que viene».

Un trazado regulador es un seguro contra la arbitrariedad, es la operación de verificación que aprueba todo trabajo creado en el entusiasmo, la prueba del nueve del escolar, el «lo que queríamos demostrar» del matemático. El trazado regulador es una satisfacción de orden espiritual que conduce a la búsqueda de relaciones ingeniosas y de relaciones armoniosas. Confiere euritmia a la obra. El trazada regulador aporta esta matemática sensible/»>sensible que proporciona la percepción bienhechora del orden. La elección de un trazado regulador fija la geometría fundamental de la obra, y por lo tanto, determina una de las impresiones fundamentales. La elección de un trazado regulador es uno de los momentos decisivos de la inspiración, es una de las operaciones capitales de la arquitectura.

Así, el arquitecto, ¿qué quiere realmente? Quiere provocar en las personas -con la ayuda de los materiales- sentimientos que, de hecho, aún no les son inherentes a los materiales. Si construye una iglesia, ésta debe inspirar devoción a las personas. Y si construye una taberna, la gente debe sentirse cómoda dentro. ¿Cómo se consigue esto? Mirando qué construcciones ya antes han sido capaces de despertar estos sentimientos, para tomarlas como punto de partida. Pues el hombre ha orado y ha bebido en determinados espacios, a lo largo de toda su existencia. Así, el sentimiento no le ha nacido sino que se le ha educado. Por tanto el arquitecto, si realmente se toma en serio su arte, debe tener en cuenta esos sentimientos adquiridos.