auténtico
Desde la primera gran civilización, la arquitectura y la escultura han formado siempre un estrecho matrimonio. Algunas de sus formas se desarrollaron a partir de las mismas raíces comunes: del menhir (palabra celta que designa una piedra prehistórica dedicada al culto) surgen tanto la monumental figura libre como el obelisco tectónico, e incluso, quizás, la columna. La columna auténtica -una de las invenciones más grandiosas del espíritu del hombre- es una estructura tanto tectónica como plástica. Tectónica es su posición erguida; tectónica es también la base sobre la que se levanta y que la sostiene; tectónica es su viguería. Sin embargo, la columna no es un mero símbolo de sus funciones materiales, la carga y el soporte, como quiso interpretarlo la errónea noción funcionalista y racionalista del siglo XIX; sino que es, desde un inicio, una elevada forma noble y el auténtico símbolo de un comportamiento espiritual universal, la misma postura erguida que eleva al hombre a una categoría superior a la de los animales.
La obra de tejeduría, que constituye lo primigenio, conservó por entero la importancia de su significado inicial, su carácter genuino y principal de pared (ya fuera como materialización física o como mero concepto), cuando los ligeros parapetos de esteras se transformaron en sólidos muros de sillería de ladrillo o de adobe. El tapiz, en su condición de pared, permaneció como elemento visible de delimitación… Incluso allí donde se requería la realización de muros sólidos, estos formaron únicamente el andamiaje interno no visible, oculto tras ser aquel auténtico y legítimo representante de la pared: el tapiz, tejidos múltiples colores… La pintura y la escultura en madera, el estucado, el barro cocido, la obra de metal o de piedra, permanecieron y fueron, en la más inconsciente tradición posterior, una imitación de los recamados y trabajos de entrelazado multicolores, propios de las más primitivas paredes-tapiz .
Entre los conceptos que la teoría del gusto se ha esforzado en formular, uno de los más importantes es el estilo en el arte. Esta expresión es una de las que se prestan a las más variadas interpretaciones, tantas, que los escépticos han querido negarle una clara base conceptual. Sin embargo, todo artista y auténtico «connaisseur» intuye su completo significado, por difícil que sea expresarlo en palabras. Quizá podamos decir: Estilo es dar énfasis y significado artístico a la idea básica y a todos los coeficientes intrínsecos y extrínsecos que modifican la personificación del tema en una obra de arte.
Algunos intentaron hacer resurgir el auténtico estilo antiguo, el estilo clásico; pero como los edificios públicos eran los únicos que se habían salvado del naufragio de los siglos, eran también los únicos que podían darles una idea; y así se construyeron casas sobre el modelo de los antiguos templos, y los innovadores acabaron por gastarse mucho dinero para alojarse, de una manera bastante incómoda. Otros volvieron al estilo apuntado y compuesto, como a una creación más racional, más indígena; pero se conservan en Inglaterra muy pocas casas privadas que puedan servir de modelos de este género: es preciso recurrir a los edificios religiosos; y la única diferencia entre estos últimos imitadores y los otros es que aquellos se alojaban en un templo y éstos en una iglesia.