archipiélago

A la luz artificial del MPC [método paranoico-crítico], el «mapa» de Nueva York de 1672 -una isla que alberga un catálogo completo de precedentes europeos- se convierte en la única representación verdadera de Nueva York como proyecto. Desde su descubrimiento, Manhattan ha sido un lienzo urbano expuesto a un constante bombardeo de proyecciones, tergiversaciones, trasplantes e injertos. Muchos de ellos «agarraron», pero incluso los que fueron rechazados dejaron rastros o cicatrices. Gracias a las estrategias de la retícula (con su fabulosa receptividad al crecimiento), al inagotable Lebensraum del «salvaje oeste» de los rascacielos y a las «grandes lobotomías» (con sus invisibles arquitecturas interiores), el mapa de 1672 llega a ser, visto en retrospectiva, una predicción cada vez más precisa: el retrato de una Venecia paranoica, un archipiélago de colosales recuerdos, avatares y simulacros que son testigos de todos los «turismos» acumulados -tanto literales como mentales- de la cultura occidental.