La arquitectura tiene su propio ámbito existencial. Dado que mantiene una relación especialmente corporal con la vida, en mi opinión, al principio no es ni mensaje ni signo, sino una cobertura y un trasfondo de la vida que junto a ella transcurre, un receptáculo sensible/»>sensible para el ritmo de los pasos en el suelo, para la concentración del trabajo, para el sosiego del sueño.
Tenemos aún una tercera manera para entrar en contacto con el hecho espacial, porque el intelecto quiere informarse sobre la extensión espacial, y esto sucede por su cuantidad. La casa debe ejercer también aquí su función intermediaria: está precisamente hecha para ello, porque tiene que conciliarnos completamente con el espacio natural, tanto en el sentido corporal como en el sentido sensorial e intelectual. Del mismo modo que aprendemos el paso del tiempo por medio de todo lo que ocurre en el tiempo, así medimos también la extensión del espacio por medio de todo lo que está situado en él y asilo conocemos.
En la actualidad necesitamos una casa cuya estructura global esté en armonía con una sensación corporal liberada mediante una manera de vivir de acuerdo con el deporte y la gimnasia: ligera, que deje entrar la luz, móvil. Que esta casa abierta sea también un reflejo del actual estado espiritual es sólo una consecuencia natural: ya no hay ningún que hacer aislado. Las cosas se interrelacionan.