Bruno Taut
Si a continuación de una rigurosa y despiadada selección se elimina de la vivienda todo, verdaderamente todo lo que no es directamente necesario para vivir, no sólo se facilitará su construcción, sino que saldrá a relucir por sí misma una nueva belleza.
El arte, ¡de esto se trata!, cuando existe. Hoy no existe este arte. Las diversas y desgarradas tendencias solamente podrán encontrar su camino, de retorno a una unidad, bajo las alas de una nueva arquitectura, de manera que cada disciplina singular pueda jugar su papel en la edificación. Entonces no existirán fronteras entre las artes aplicadas y la escultura o la pintura. Todo será una sola cosa: arquitectura.
Normalmente vivimos en espacios cerrados. Éstos constituyen el entorno en el cual se gesta nuestra cultura. En cierto sentido nuestra cultura es un producto de nuestra arquitectura. Si queremos elevar el nivel de nuestra cultura estamos obligados en cualquier caso a modificar nuestra arquitectura. Y esto sólo nos será posible en la medida en que eliminemos el carácter cerrado de los espacios en que vivimos. Ellos sólo será posible mediante la introducción de la arquitectura de vidrio, que permite la entrada de la luz solar y de la luz de la luna y de las estrellas no sólo a través de un par de ventanas, sino simplemente a través de paredes enteras de cristal, de vidrios de color. El nuevo entorno que crearemos necesariamente traerá consigo una nueva cultura.
La forma necesariamente ha de pasar a segundo plano frente a lo agrario y lo práctico; que no haya titubeos frente a lo más simple, tampoco frente al color.
Con todos los medios se ha de introducir en la comunidad una gran idea constructiva, tan grandiosa que llene por siempre el ocio de todos y cada uno, que sea ornamento del astro tierra hecho por nosotros, su órgano.
Todas las formas suben, ascienden, crecen hacia arriba, atraídas por la estrella del techo. Empinadas y rígidas, flexibles y delicadas en un cambio variado de formas. Apareciendo indefinidamente en un movimiento incesante. Los colores poniéndose al rojo vivo, brillando secretamente, cada ángulo de la estrella coincidiendo con un color del arco iris. Las horizontales de las columnas unen el todo imponiendo calma. El sol hace arder chispeante y centelleante el fulgor de los colores, el día gris habla a través de ellos de un modo serio y grave, la luna y las estrellas tocan como campanillas de plata su luz a través del cristal coloreado.
Una casa, que no ha de ser sino bella. No ha de cumplir otra finalidad sino está vacía, según el lema de Meister Eckhart… La felicidad de la arquitectura desbordará al visitante , vaciará su alma de lo humano para hacer de ella un recipiente de lo divino. El edificio es la imagen y el saludo de las estrellas. Su planta estricta Bonald, los números atrasados 7 y 3 constituyen una unidad en ella… Entre la membrana de vidrio externa e interna está la iluminación… Al volar de noche hacia la casa, ella brilla como una estrella. Y suena como una campana .