Heinrich Tessenow

El hombre sencillamente armónico se diferencia del artista únicamente por tener esa mayor inclinación hacia lo mundano, y porque actúa según esa tendencia, sin que, a causa de ello, posea un equilibrio menor. En efecto, ese hombre atiende más a lo mundano, más a lo temporal y a lo limitado, pero no se satisface mejor a sí mismo: se satisface mejor sólo de cara al mundo.

Ni pueblo, ni gran ciudad pueden satisfacer seriamente nuestras exigencias más elevadas, lo que de perdurable se da en nosotros: lo que nace y se desarrolla con carácter individual, lo que en sí mismo presenta los caracteres más orgánicos y es capaz de vivir por sí mismo.

El aspecto puramente inmaterial de lo humano es irrepresentable; pero tenemos una forma que resulta próxima e inmediata al concepto de lo puramente espiritual y que, en todo caso, es una forma perfectamente acabada que, a decir verdad, roza lo abstracto o puramente mental: esa forma es la esfera. La esfera, que representa, por así decir, la idea del punto que crece y se hace cada vez mayor (un concepto, por otra parte, el del punto que sólo nos podemos representar desde el punto de vista mental). La esfera, en cambio, puede ser perfectamente comprendida o representada.

El hombre armónico no siempre es grande, pero si el hombre es grande es porque además es armónico y no un especialista. Cuanto más hacemos destacar de la multiplicidad de nuestros intereses y fuerzas originales los aspectos particulares, para desarrollar lo parcial o unilateral, tanto más ponemos en peligro lo humano.

El valor más sobresaliente del trabajo rural consiste en la colonización del territorio desconocido o no civilizado que, como trabajo propio del pionero, es un trabajo digno siempre de ser alentado y valorado.