gustos
Si la sociedad se basa en necesidades mutuas que imponen un sostén recíproco, ¿por qué no habrían de reunirse en las casas particulares estas analogías de sentimientos y gustos que honran al hombre ?… El carácter de los monumentos, como también su naturaleza, sirven para la propagación y la depuración de las costumbres .
Las bases sobre las cuales se apoyaba nuestra obra en el arte plástico -nuestro oficio- no eran homogéneas, y se ha perdido toda conexión entre pintura, escultura y arquitectura: el resultado fue el individualismo, es decir, la expresión de hábitos y gustos puramente personales; mientras tanto los artistas, en su acercamiento al material, lo han degradado a una especie de distorsión en relación a uno u otro campo del arte plástico.
Lo primero es, pues, la clara terminación de todas las incógnitas: y para empezar, las incógnitas de carácter general planteadas por nuestra época en su complejidad, la individualización de las peculiaridades vinculadas a la aparición de un nuevo consumidor social de la arquitectura, la clase trabajadora, que debe organizar no sólo su propia estética cotidiana, sino también las complejas formas de la vida económica del país. Naturalmente no se trata de adaptarse a los gustos individuales del nuevo consumidor. Muchas veces, sin embargo, el problema se plantea en esos términos y, como consecuencia, se nos obliga a atribuir fríamente al trabajador este o aquel gusto, esta o aquella manía, que en realidad no son sino un reflejo de los viejos modos de ver prerrevolucionarios.
La belleza no es una cualidad de las cosas mismas; existe sólo en la mente que las contempla, y cada mente percibe una belleza diferente. Una persona puede incluso percibir uniformidad donde otros perciben belleza, y cada individuo debería conformarse con sus propios sentimientos sin pretender regular los de otros. Buscar la belleza real 0 la deformidad real es una búsqueda tan infructuosa como pretender encontrar el dulzor o el amargor reales. De acuerdo con la disposición de los órganos, el mismo objeto puede ser a la vez dulce y amargo, y el dicho popular ha establecido con toda razón que es inútil discutir sobre gustos. Es muy natural, e incluso necesario, extender este axioma tanto al gusto de la mente como al del cuerpo, y así se ve que el sentido común, que tan a menudo está en desacuerdo con la filosofía, especialmente con la escéptica, está de acuerdo, al menos en este caso, en emitir la misma decisión.