bello

La ciudad espacial acompaña el perfil del paisaje como una capa cristalina; es en sí misma un paisaje comparable al de las formaciones geológicas, con montañas y valles, desfiladeros y altas mesetas, comparables también a la zona poblada de un bosque, con sus ramas, donde la luz y la sombra encuentran su marco más bello.

Es evidente que en el futuro las máquinas repararán toda la miseria que han generado y pagarán los delitos que han cometido… Ellas crean indiscriminadamente lo bello y lo feo. Sus poderosos brazos de hierro crearán lo bello tan pronto como las guíe la belleza.

Lo grande tiene por base el terror; que, cuando es modificado, causa aquella emoción en la mente que he llamado asombro; lo bello se funda en el mero placer positivo, y excita en el alma aquel sentimiento que llamamos amor.

Así pues, es cierto que lo grande necesariamente se alía con lo bello.

El origen de toda creación arquitectónica es la composición. Como es sabido, no existe una receta universal para la composición arquitectónica. Sin embargo, en consideración de lo explicado hasta ahora, sirvan estas líneas como punto de partida de una composición. […]El sentido práctico que en la actualidad impregna a la humanidad no se puede hacer desaparecer del mundo y todos los artistas tendrán que acabar aceptando la siguiente sentencia: “No puede ser bello aquello que no es práctico”. Una vez concebida la idea básica, es importante enumerar de forma clara y sencilla las necesidades correspondientes al programa edificatorio, para poder confeccionar el esqueleto de la obra. La configuración de la planta, ya que se tratará en primer lugar de un edificio, ha de adaptarse a dicha lista con el objetivo de crear empíricamente –mediante sucesivas traslaciones y transformaciones de los espacios y sus formas- una solución lo más clara, axial y sencilla posible, hasta conseguir una planta académica, un tipo constructivo.

Una vez que la gente haya aprendido a construir, saldrá al campo, y todo el campo de Inglaterra se convertirá en una hermosa ciudad moderna en el nuevo sentido; con lo cual el campo será más bello gracias a los edificios, sí, incluso gracias a las fábricas.

Es evidente en ellos la lujuria de lo nuevo. Ningún estilo se dejó en paz: se intentó todo, desde la pirámide egipcia hasta el chalé suizo. Pero cuando el único fin del arte es lo nuevo, hay tres cosas que nunca se consiguen: lo bello, lo oportuno, lo nuevo. Aquí un sombrío frontispicio dórico, apoyado en cuatro gruesas columnas; allá una logia sostenida por esbeltas columnitas de hierro; aquí el arco Tudor, allá el arco apuntado… y todo, salvo alguna rara excepción, sin ningún propósito. No hay otra guía que el carácter extravagante del propietario o el genio charlatán del arquitecto.

Y, después de todo, ¿cómo se ponen de acuerdo los partidarios de la belleza proporcional sobre las proporciones del cuerpo humano? Algunos sostienen que ésta debe ser de siete cabezas; algunos que debe ser de ocho; mientras otros la extienden incluso hasta diez; ¡gran diferencia en divisiones numéricas tan pequeñas! Otros emplean métodos diversos para estimar las proporciones, y todos con el mismo éxito. Pero, ¿son estas proporciones exactamente las mismas en todos los hombres bellos, o son siquiera las proporciones que se encuentran en las mujeres hermosas? Nadie dirá que lo son; aunque ambos sexos son indudablemente capaces de ser bellos, y la hembra la que más; y creo que su ventaja difícilmente se atribuirá a la exactitud superior de la proporción en el sexo bello.

Ahora bien, entre todos los actos, el más completo es el de construir. Una obra requiere d amor, la meditación: la obediencia a tu más bello pensamiento, la invención de leyes por tu alma, y otra variedad de cosas que ella de ti mismo saca, cuando de poseerlas no abrigabas sospecha. Esta obra dimana de lo más íntimo de tu vida, y no se confunde, a pesar de ello, contigo. Si estuviese dotada de pensamiento, presentiría tu existencia, que jamás alcanzaría ella a establecer ni a concebir con claridad. Le serías un Dios …