Eckhard Schulze-Fielitz

Para un perfeccionamiento adecuado de los detalles, la coordinación modular debería convertir intercambiables todos los elementos constitutivos. De este modo se esboza una posibilidad de resolver la oposición fundamental existente entre el dinamismo de la vida urbana y el carácter estático de los edificios. Centros electrónicos de cálculo examinarán las condiciones de organización de las modificaciones necesarias. Fábricas automáticas producirán la sustancia material de la ciudad. En una sociedad libre, una planificación perfecta no es posible ni deseable; significaría una anticipación de desarrollos imprevisibles.

La modulación de la estructura espacial según el género, las dimensiones, la materia y la posición ofrece posibilidades todavía muy poco explotadas y se puede intentar proponerla como un medio amplio de organizar el urbanismo, con todas sus consecuencias, incluyendo, bien entendido, una utilización en las construcciones aisladas.

La ciudad espacial acompaña el perfil del paisaje como una capa cristalina; es en sí misma un paisaje comparable al de las formaciones geológicas, con montañas y valles, desfiladeros y altas mesetas, comparables también a la zona poblada de un bosque, con sus ramas, donde la luz y la sombra encuentran su marco más bello.

Un sistema tridimensional de coordenadas, idéntico a la red espacial, facilita la organización y orientación en la ciudad espacial. Sin embargo, la diversidad de su materialización deja el campo libre a lo individual y a lo anárquico. Gracias a la ordenación del espacio, la sustancia constructiva se adapta a cualquier dato topográfico, absorbiéndolo, nivelándolo o elevándolo.

La ciudad espacial es un laberinto del espacio estructural, sistematizado, prefabricado, montable y desmontable, desarrollándose o estrechándose, adaptable, multifuncional.

La ciudad espacial es un continuo discontinuo; discontinuo por la oposición entre el todo y la parte, continuo por las posibilidades permanentes de transformación.