bellos

Y, después de todo, ¿cómo se ponen de acuerdo los partidarios de la belleza proporcional sobre las proporciones del cuerpo humano? Algunos sostienen que ésta debe ser de siete cabezas; algunos que debe ser de ocho; mientras otros la extienden incluso hasta diez; ¡gran diferencia en divisiones numéricas tan pequeñas! Otros emplean métodos diversos para estimar las proporciones, y todos con el mismo éxito. Pero, ¿son estas proporciones exactamente las mismas en todos los hombres bellos, o son siquiera las proporciones que se encuentran en las mujeres hermosas? Nadie dirá que lo son; aunque ambos sexos son indudablemente capaces de ser bellos, y la hembra la que más; y creo que su ventaja difícilmente se atribuirá a la exactitud superior de la proporción en el sexo bello.

Los matices entreverados y mezclados con acierto y las masas irregulares de luz y sombra fundidas armoniosamente unas con otras son de por sí más gratos a la vista, según hemos observado antes, que cualquier matiz aislado, de acuerdo con el mismo principio de que las combinaciones armoniosas de tonos o sabores son más agradables al oído o al paladar que lo que puedan serlo los tonos o los sabores por separado. Son, pues, más propiamente bellos según el sentido estricto de la palabra belleza, aplicada a lo que agrada únicamente a los sentidos, y no en su sentido habitual de aquello que es igualmente grato a los sentidos, al entendimiento y a la imaginación. De acuerdo con ese significado amplio de la palabra, muchos objetos que denominamos pintorescos no son, sin duda, bellos, pues pueden carecer de simetría, pulcritud, limpieza, etc., cosas todas necesarias en la constitución de ese tipo de belleza dirigido al entendimiento y a la fantasía.