William Morris
Abrid vuestras mentes al terreno de la arquitectura, que es como decir de la belleza de la tierra donde el hombre habita; porque la esperanza y el temor por ella nos seguirá aunque tratemos de eludirlo; ella es un asunto nuestro y es nuestra ayuda lo que necesita; lo que queramos hacer por la arquitectura, hagámoslo rápido, porque cada día de olvido aumentará el cúmulo de nuestras preocupaciones, que se convertirá al final en una fuerza ciega. Si no estamos en guardia se llegará a un punto en que nos veremos obligados a invocar no la paz y la prosperidad, sino la violencia y la ruina.
orden y belleza significan no sólo que nuestras casas deben estar construidas de modo duradero y con propiedad, sino que deben también estar bien decoradas; que los campos que se dediquen al cultivo no se estropeen más de lo que se pueda estropear un jardín; por ejemplo, no se permitirá que nadie pueda talar, por mero beneficio personal, árboles cuya pérdida perjudique a un paisaje, ni bajo ningún pretexto podrá nadie oscurecer la luz del día con humos, emponzoñar los ríos o degradar ningún lugar de la tierra con desperdicios inmundos o con ese orden/»>desorden brutal y despilfarrador.
Mi concepto de «arquitectura» está en unión y en la colaboración entre las artes, de modo que cualquier cosa esté subordinada a las otras en armonía con ellas, y cuando utilice tal palabra, éste será su significado y no otro más restringido. Es una concepción amplia, porque abarca todo el ambiente de la vida humana; no podemos substraernos a la arquitectura, ya que formamos parte de la civilización, pues representa el conjunto de las modificaciones y alteraciones introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas, exceptuando sólo el puro desierto. No podemos confiar nuestros intereses de una élite de hombres preparados, pidiéndoles que exploren, descubran y creen el ambiente destinado a albergarnos, maravillándonos después ante la obra completa, aceptándola como una cosa bella y acabada: esto, en cambio, nos incumbe a nosotros mismos; cada uno de nosotros está obligado a custodiar la adecuada ordenación del paisaje terrestre, cada cual con su espíritu y con sus manos, en la porción que le corresponde, para no transmitir a nuestros hijos un tesoro menor que el que nos dejaron nuestros padres.
Para empezar debo pedir que se extienda la palabra «arte» más allá de los objetos que son considerados obras de arte, para tener en cuenta no sólo la pintura, la escultura y la arquitectura, sino las formas y los colores de todos los objetos domésticos; y asimismo la propia organización de los campos para el cultivo o el pastoreo, la administración de las ciudades y de nuestra red de carreteras; en una palabra, extenderla al aspecto de todo lo que nos rodea en la vida.