Heinrich Wölfflin
Cada Stimmung tiene su propia expresión determinada que acompaña regularmente; pues la expresión es, por así decirlo, no sólo una bandera suspendida, para indicar lo que está sucediendo en su interior, ni nada que pueda faltar, la expresión es más bien el fenómeno corpóreo del acontecimiento intelectual. No sólo existe en la tensión de los músculos faciales o en el movimiento de las extremidades, sino que se extiende a todo el organismo.
La aprehensión antropomórfica de una forma espacial [der Räumlichen Gebilde] no es en absoluto inédita. En la estética más reciente, este acto se conoce como simbolización.
La psicología de la arquitectura tiene la misión de describir y explicar el efecto espiritual que el arte de la construcción es capaz de producir con sus propios medios. Nos referimos al efecto que experimentamos como una impresión. Y captamos esta impresión como una expresión del objeto. Podemos formular el problema de esta manera: ¿cómo pueden ser expresadas las formas tectónicas?
Prestamos la imagen de nosotros mismos a todos los fenómenos. Lo que conocemos como condiciones de nuestro bienestar, cada cosa debe poseerlo. No es que reclamemos la apariencia del ser humano en las formas de la naturaleza inorgánica, sino que entendemos el mundo corpóreo con las categorías, por así decirlo, que tenemos en común con él. Y de acuerdo con esto, la aptitud para la expresión de estas formas externas está determinada. Ellas sólo pueden comunicarnos lo que nosotros somos capaces de interpretar con sus propias cualidades. Aquí, muchos serán escépticos y no estarán seguros de qué tipo de similitud o incluso qué órgano de expresión compartimos con la piedra inerte. En resumen, son las relaciones de gravedad, equilibrio, dureza, etc., de relaciones fuertes las que poseen para nosotros un valor de expresión. La esencia humana en su integridad, naturalmente, no puede más que expresarse a través de la forma humana; la arquitectura no puede más que dar expresión a afectos que se expresan a través de órganos específicos. Su objeto sigue siendo el gran sentimiento de existencia [Daseingefühl], el Stimmung que asume un estado persistente y estable del cuerpo.
La belleza de la forma se identifica con lo que es apropiado para la naturaleza del ojo. Esto se ilustra cuando afirmamos que el papel de los capiteles de una columna es guiar suavemente el ojo de vertical a horizontal, o cuando percibimos la belleza de una línea de montaña en que permite que el ojo se deslice hacia abajo sin tropezar.
Así es como podríamos establecer la verdad de vivir con el cuerpo, estableciendo que la anormalidad se siente antes de que el intelecto sea consciente de ello, y a la inversa, que una ruptura de la normalidad golpea el «ojo» o los «sentimientos» -como solemos decir- antes de que el intelecto haya determinado o resida la falla. Se podría objetar que en la contemplación estética, este vivir con no puede ser tomado en cuenta, porque la imitación de la expresión fisonómica humana sólo encuentra su lugar en los momentos de abandono de la voluntad durante los cuales uno se olvida de sí mismo al sumergirse prácticamente en el objeto. Esta objeción sería refutada por esta observación fundamental, que la contemplación estética en sí misma requiere esta falta de voluntad, este abandono de los sentimientos personales. Quien no tenga la capacidad de dejar de pensar en sí mismo de vez en cuando nunca podrá disfrutar de una obra de arte, y mucho menos crearla.
Podemos afirmar: las formas corporales sólo pueden tener carácter porque nosotros mismos poseemos un cuerpo. Si sólo fuéramos seres videntes, sólo tendríamos un juicio puramente estético del mundo físico. Pero como hombres provistos de cuerpo, que nos enseña a saber qué es la gravedad, la contracción, la fuerza, etc., recogemos en nosotros mismos las experiencias que, por sí solas, nos permiten compartir, experimentar el estado de las formas que son externas a nosotros… por eso sabemos apreciar la noble serenidad de una columna o entender el deseo de cualquier materia de propagarse informe en el suelo.