Theodor Lipps

El fundamento de todas estas formas de representación es la unidad del espacio. Si suponemos que los límites se alejan o se ensanchan, entonces se extiende el espacio más allá de sus límites primitivos. No es que se agregue un nuevo trozo. También este espacio ensanchado es una unidad. Y es la misma unidad que el espacio anterior más estrechamente limitado, sólo que menos estrechamente limitado. Por consiguiente, el espacio tiene la capacidad o la fuerza de ensancharse o extenderse. Y contra esta fuerza obra la limitación como una fuerza contraria. Y en el mutuo juego y equilibrio de estas fuerzas consiste el espacio, así como en el mutuo juego del obrar hacia el exterior y de la concentración en sí mismo tiene o encuentra el individuo humano su propio ser.

Se ha tratado de referir el sentimiento del espacio al movimiento de los ojos. La alegría del espacio sería el deleite por el movimiento de nuestros propios ojos. Remito aquí al lector a lo dicho en otra parte sobre la significación estética, o mejor, la falta de significación estética de las sensaciones de movimiento y de las representaciones de movimiento.

El fundamento más general para la proyección es aquí también la concepción sucesiva y la unitaria. El espacio interior de una catedral nace en mi concepción como la línea. Nace de un punto, a saber, de aquel punto desde el cual yo la observaba con arreglo a su naturaleza especial. Ensanchase en distintas direcciones. Y todo esto en cada momento de nuevo. Está dotada de vida en todas sus partes en el mismo sentido que el espacio del cuerpo humano. No es sólo un cuerpo físico, ni tampoco un cuerpo geométrico, sino un cuerpo estético. Tiene eventualmente sus miembros. Así, por ejemplo, tiene el espacio de una iglesia con nichos y naves, en este sentido miembros: extiéndese y esparce su vida por su interior, como un hombre en sus miembros, su vida y su voluntad. Y nace todo esto, en ciertos casos, libremente, valientemente, quizás jugando, como un hombre.

Al mismo tiempo, es el espacio en que el hombre y las cosas se mueven, y del cual recibe el hombre el aire para su vida. Por esto, el espacio toma parte en la vida del hombre y de las cosas. A la inversa, las cosas viven en el espacio. Viven en su propia vida, pero, a la vez, viven la vida general del espacio.

Aquí nos interesa ahora especialmente la forma corporal, es decir, el espacio limitado por tres dimensiones. Este puede estar lleno o vacío. Si está lleno, la masa, abstracción hecha de la forma, tiene una cierta vida; inversamente también la forma de los cuerpos geométricos, abstracción hecha de su contenido, vive. Así, por ejemplo, vive el espacio encerrado entre las paredes de un edificio. Vive en su conjunto y en todas sus partes.

Y como el espacio se ensancha “no solamente tiene un determinado ancho”, se coge, por decirlo así, dentro de sus límites o escogido por ellos. También este limitarse es una acción.