De una parte, el espacio se despliega alrededor del hombre y pertenece al carácter trascendente de éste, pero de otra, el hombre no lleva consigo el espacio como un caracol su casa, ya que el hombre, considerando las cosas con naturalidad, dice que se mueve «en» el espacio, a saber, en el sentido de que él se mueve y que el espacio permanece fijo. Empero, el espacio no está dado de modo independiente del sujeto. Cuando yo me muevo «en» el espacio, éste constituye a la vez un determinado sistema de referencias ligado a un sujeto.
La concepción de un espacio hueco elaborada a partir de un no-espacio, tal como se nos había impuesto por la historia etimológica de la palabra alemana Raum, encuentra su confirmación en un vastísimo material etnológico (que no seguiremos desarrollando aquí). La cosmovisión de la astronomía griega, como la hemos tratado, al menos someramente, refiriéndonos a Aristóteles, no es más que una cristalización transparente y clara de esta conciencia primitiva del espacio. Aún no se piensa en absoluto en un espacio infinito.