Hermann Muthesius

El objetivo sigue siendo la sinceridad, la funcionalidad y una pureza del modo de pensar artístico, que deje a un lado todas las consideraciones secundarias y superficialidades para dedicarse totalmente al gran problema de la época. La arquitectura tendrá que decidirse a entrar en este espíritu si es que desea conquistar de nuevo su posición justa en el concierto de las artes.

Si se quiere responder adecuadamente a las necesidades de una época, en primer lugar se ha de responder a las necesidades individuales de cada objeto. De este modo, la meta principal de las artes industriales modernas consiste en definir claramente la finalidad de cada objeto y desarrollar la forma sobre la base de esta finalidad. Tan pronto como el sentido se sustrajo a la imitación exterior del arte antiguo, tan pronto como la realidad fue aprehendida, se sumaron otras exigencias. Cada material presenta su propia condiciones de manipulación. La piedra requiere de otra dimensiones y otras formas que la madera, la madera otras que el metal, y entre los metales, el hierro otras que la plata. A los criterios de fabricación según la finalidad se han de sumar lo relativo al carácter de los materiales, y la atención a la materia de implica a su vez una construcción en consonancia con lo material. Finalidad, materiales y adecuación imponen al trabajador de las artes industriales las únicas directivas a las que deberá atenerse.

La arquitectura, y con ella el conjunto de las actividades creadoras del Werkbund, empujan hacia la tipificación. Solamente a través de la tipificación podrá aquélla recobrar la significación universal, que fue su característica en los tiempos de cultura armoniosa. Sólo con la tipificación, que debe ser comprendida como resultado de una concentración beneficiosa, se posibilitará el desarrollo de un gusto seguro y universalmente válido.

Cuando se habla de arquitectura debe mantenerse en primer lugar la distinción ya mencionada entre obras de la arquitectura superior y de cometidos cotidianos (arquitectura monumental y arquitectura ciudadana), aun cuando es preciso admitir que esta diferencia sólo debe aceptarse de un modo muy general y no permite unos límites estrictos. La forma obligatoria no debe separarse de la arquitectura monumental. La distribución en un armazón fijo, arquitectónico, el predominio del ritmo estricto, son aquí tan imprescindibles como la construcción metódica de un drama o la forma poética en una poesía. En estas obras sería un error exigir una configuración realista, realizada atendiendo a la pura necesidad.